jueves, 7 de enero de 2016

La higuera y la oropéndola



En un barranco rodeada de arbustos espinosos se distinguía el verde intenso de una viejísima higuera.

El estrecho camino que llegaba hasta ella estaba siendo invadido por las plantas de largas púas, apenas se podía pasar por él para llegar hasta los deliciosos frutos.

Un viejo labrador se afanaba en luchar contra los amenazantes espinos, pero cada vez que cortaba alguno, este se desprendía de sus incontable semillas, las cuales volverían a germinar en cuanto cayeran las primeras lluvias. El trabajo era agotador y el viejo desistió en su lucha. Ya no podría comer más los sabrosos higos.

La higuera fue poco a poco sucumbiendo, devorada por un ejercito de largos y blancuzcos aguijones.    

Sus últimos y apreciados frutos fueron picoteado por una brillante y alegre oropédola, que después esparcirá sus semillas por lejanos lugares de la Tierra.            


Narciso del Río






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