Caminó por rocas y arena durante días y noches, sin ver más vida que pequeños lagartos. Después de infinitos pasos por el pedregoso desierto, su sombra no se despegaba de sus pies.
El hombre cae exhausto y su sombra permanecía inmóvil proyectada sobre él cubriéndole todo el cuerpo. Salvándolo así de los infernales rayos de sol.
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